En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Juan 7:37-39
Leer: Salmos 63:1
La Palabra de Dios nos dice en este versículo: “si alguno tiene sed”, refiriéndose al Espíritu Santo que habían de recibir todos los que creyesen en el Señor, como un llamado que nos hace. Juan 7:39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”, es decir, que el agua que nosotros recibimos, que hidrata nuestra vida, el agua que necesitamos es el Espíritu Santo. Es aquella lluvia que desciende del cielo; lo que el Señor nos envió a nosotros. Cuando el Señor Jesucristo ascendió a la presencia del Padre, nos envió el Espíritu Santo para que nosotros jamás volviéramos a tener sed.
Todos tenemos sed. Esta es una necesidad que debe ser saciada y suplida; nosotros tenemos sed de agua. Cuando hablamos de la lluvia temprana y la tardía, estamos hablando de aquello que puede calmarla. La tierra tiene sed de agua, las bestias del campo y nosotros tenemos sed y todos necesitamos la lluvia temprana y la lluvia tardía sobre nuestra vida.
Para saciar entonces esta sed, lo primero es reconocer delante de Dios que Él es quien suple toda nuestra necesidad. El Salmo 63:1 dice algo muy significativo: “Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas”.
Comparando Juan 7 y Salmo 63, podemos ver: “si alguno tiene sed venga a mí y beba”, complementado con “que de su interior corren ríos de agua”. Podemos definir que aquella lluvia que desciende del cielo sobre nuestra vida y llega a nuestro interior, la que proviene de Él, su lluvia temprana y tardía, no llega al exterior, sino que suple el interior.
Cuando una persona está deshidratada, no la mandan a bañar, no la mandan a que moje su cuerpo, los médicos la mandan a que se hidrate interiormente. En algunos casos deben hidratarla canalizándola por las venas, y después a través de diferentes tipos de sueros van suministrándole la hidratación que sea necesaria, pues el interior es aquello que necesita ser hidratado.
Por eso se hace necesario que dispongamos nuestro cuerpo delante de Dios para que lo llene y supla de aquel río que viene de Él, de su lluvia temprana y tardía, para que así supla toda nuestra necesidad.