Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Santiago 5:17-18
Leer: Lucas 4:1
La Palabra de Dios nos habla acerca de lo que es la oración. Concretamente en Santiago 5, donde nos ilustra sobre un tema muy importante que es la oración ferviente. Santiago 5:17-18 nos habla acerca de orar fervientemente; debemos tener claridad en cuanto a qué es lo ferviente, lo cual está relacionado con un intenso entusiasmo y admiración.
El término entusiasmo se relaciona con la lengua griega. Para los griegos significaba tener a Dios dentro de sí. Lo aplicaban de acuerdo con sus creencias y por supuesto, a su cultura. La persona entusiasmada, por lo tanto, es aquella que es guiada por el poder, y naturalmente por la sabiduría de Dios, para hacer que las cosas ocurran en su vida, o sea, es aquella persona que tiene un proyecto de vida, que tiene un norte, pero trasiega ese camino con entusiasmo. Entonces este no tiene que ver con algún tipo de sentimiento eufórico, sino que significa que vamos caminando con entusiasmo, avanzando, estando llenos de Dios, para que sea Él quien nos vaya llevando con su poder y guiando con su sabiduría.
Lucas 4:1 nos cuenta que “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto”. Aquí nos dice algo muy importante, que Él fue lleno del Espíritu Santo y guiado por Él, esto quiere decir entusiasmo. Entonces Jesús trasegaba lleno de entusiasmo y nos enseña que cuando vayamos atravesando desiertos en nuestra vida, esto no puede de ninguna manera disminuir la llenura de Dios en nosotros, porque Él está acompañándonos.
Entonces, la oración ferviente es aquella llena de entusiasmo, pero también llena de admiración. Admirar es contemplar con deleite y experimentar asombro permanentemente.
Hay un punto muy importante en la Palabra de Dios, nos dice que Él es admirable, miremos lo que dice Isaías 9:6: "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz". Se llamará su nombre Admirable; entonces se refiere a que nosotros nunca podemos dejar de admirarle a Él.