Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
Santiago 5:12
Leer: Mateo 5:33-37; Éxodo 20:7
Salomón nos habla acerca de lo que corresponde a los juramentos en cuanto a cumplirlos, pero en contraste con ello, encontramos en Santiago 5:12 que no hemos de jurar por ningún motivo. La gente hoy en día jura por diferentes razones. Juran para darle más importancia a lo que van a expresar y decir; por ejemplo, está hablando un hombre con su esposa y le dice: “mire, se lo juro por Dios que yo no la he engañado, se lo juro por lo más sagrado que tenemos, que son nuestras hijas, se lo juro por mis padres que ahora están en el cielo, se lo juro por todo lo que yo he construido a lo largo de todo estos años”. Podemos decir lo que sea para darle importancia.
Pero la palabra de Dios en Santiago nos dice: “Pero, sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación”.
Pensemos, después de estar media hora dialogando, y luego en 30 segundos, juramos. ¿Quiere decir eso que en los 30 minutos anteriores no era cierto lo que dijimos?, ¿por qué tenemos que darle más importancia a cierta afirmación o afirmaciones que eventualmente pronunciamos y no a toda la conversación? Como quien dice, media hora de mentiras, “pero esto sí es una cosa seria, esto si se lo digo delante de Dios, se lo digo por nombre de mis hijos, por lo que sea”.
Hoy en día la gente hace lo mismo que en los tiempos de Santiago. Desde que se tiene conocimiento del hombre, siempre se ha recurrido a jurar. Siguiendo con este ejemplo, el hombre le dice a la esposa: “se lo juro por Dios”, está jurando por el cielo, como dice Santiago; o “se lo juro por mis hijos”, está jurando por alguien que está aquí en la tierra; o “por lo que sea”, por cualquier otro juramento, otro motivo, otra razón que nos podemos inventar. Las cosas no han cambiado, según nos lo expresa Santiago: “Ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro motivo”.
Por eso debemos tomar la decisión no juremos por nuestro Señor Jesucristo, ni por nuestras hijos, las cuales amamos, ni por la familia. Que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no.