Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Josué 1:8
Leer: Romanos 12:11; Proverbios 13:4
Cuando nosotros somos diligentes nuestras decisiones son prosperadas, Romanos 12:11 nos dice: “el alma del diligente esa será prosperada”. Cuando hacemos lo que nos corresponde, entonces vamos a cumplir nuestras metas. No olvidemos que en el alma está el intelecto, las emociones y la voluntad, vemos aquellos anhelos que tenemos desde el punto de vista de nuestros pensamientos, sueños y planes. Desde lo emocional, vamos a ser prosperados y van a ser prosperadas nuestras decisiones, aquellas que tenemos que tomar diariamente, porque en el alma también está nuestra voluntad.
Tomamos decisiones todos los días, queremos que Dios prospere esas decisiones, o sea, que nuestra alma sea prosperada. Pero la Palabra de Dios me dice: “el alma del diligente será prosperada”, complementando con lo que nos refiere Josué 1:8 "... porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien". Como consecuencia de que su Palabra nunca se aparte de nuestra boca, sino que de día y de noche meditemos en ella, guardemos y hagamos conforme a todo lo que en ella está escrito.
El alma necia, aquella alma que no es diligente, jamás logrará sus metas, vamos a anhelar y nada alcanzar, pues podremos ser considerados como los perezosos. Podemos ver el contraste entre el perezoso y el diligente. Para el diligente todo parte de aquel espíritu ferviente que se traduce en un alma diligente, en una que es prosperada, que todo lo alcanza, pues permanentemente está lleno de Dios, experimentando el amor ferviente. El perezoso nada alcanzará.