«Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó» (Romanos 8:37).
Vivimos envueltos en un mundo competitivo, donde a cada momento vencemos o somos vencidos. Siempre el ganador es el aplaudido y el derrotado es el que sale abucheado.
Para el cristiano fiel, comprometido y obediente, aún las derrotas pueden ser transformadas en victorias aplastantes. Humanamente hablando no sé cómo esto puede ser posible, pero al leer y meditar lo que nos dice el apóstol Pablo en este día vemos que por medio del Señor somos más que vencedores. Alguien dijo una vez que una cosa es perder una batalla y otra la guerra. Quizás hemos perdido algunas batallas, pero si estamos del lado de aquél que ha ganado la guerra sobre toda fuerza del mal, aun esas derrotas pueden ser transformadas, por la pura gracia del Señor, en victorias totales, completas y absolutas. La Biblia declara y establece que tú y yo somos más que vencedores. Ese es tu nombre: más que vencedor (a). Eso significa vencer en toda circunstancia, aún en las adversas. La victoria en la vida consiste en vivir dependiendo del varón victorioso de guerra: el Señor Jesucristo.