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sábado, 19 de octubre de 2024

La promesa de Dios a Abraham


"𝘠 𝘵𝘦 𝘮𝘶𝘭𝘵𝘪𝑝𝘭𝘪𝘤𝘢𝘳𝘦́ 𝘦𝘯 𝘨𝘳𝘢𝘯 𝘮𝘢𝘯𝘦𝘳𝘢, 𝘺 𝘩𝘢𝘳𝘦́ 𝘯𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘵𝘪, 𝘺 𝘳𝘦𝘺𝘦𝘴 𝘴𝘢𝘭𝘥𝘳𝘢́𝘯 𝘥𝘦 𝘵 𝘪". (Genesis 1 7 :6) ⁣

Leer: Génesis 17:1-8; Salmo 135:6; Gálatas 3:2. 9

Hoy somos testigos de que el nuestro es un Dios de pactos, que siempre cumple sus promesas, muchas de las cuales fueron dadas a Abraham, de quien somos herederos por nuestra fe en Cristo. Una de esas promesas la encontramos en Génesis 17:1b-2. "… y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecta. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera".

Entonces, tenemos un Dios Todopoderoso, que nos ha dejado claro que Él hace lo que quiera en el cielo, la tierra, los mares y los abismos, y cuando Él nos promete que nos va a multiplicar, debemos creerle, sin olvidar también que nos pide que debemos andar delante de Él y ser perfectos. TOS. El hecho de que diga "entre mí y ti" significa que parte de Dios hacia nosotros, lo que le da mucha más validez a lo que nos dice, por lo cual podemos tener absoluta certeza de que esa promesa sigue hoy vigente para nosotros, y que podemos asumirla desde el mismo momento en que prendemos motores de cualquier emprendimiento. 

En este mismo relato vemos que Dios le anuncia que su nombre ya no sería Abram (padre enaltecido), sino que sería Abraham (padre de multitudes). Todos los hombres queremos ser enaltecidos, pero Dios tiene un mejor plan para nosotros y es que seamos multiplicados. Él quiere que nos despojemos del orgullo, y ya no procuremos más engrandecer nuestro nombre, y más bien avancemos para que seamos multiplicados en gran manera, y de este modo de nosotros salgan naciones y ríos. Y lo más maravilloso es que este pacto no solo tiene que ver con nosotros, sino con nuestra descendencia: "Y estableceré mi pacto entre mí y ti (nuevamente), y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después". "Es de ti". ⁣

Gran parte de los emprendimientos sobrevive pocos años, y no logran perpetuarse ni pasar a otras generaciones. Pero lo que Dios quiere es que lo que hacemos siempre trascienda, y por eso no quiere enaltecernos, sino multiplicarnos A nosotros nos corresponde entonces decidir si queremos alcanzar el éxito que nos ponga en cima mientras vivamos, o queremos dejar un legado con la misma bendición de la que hoy podemos disfrutar.