«Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas 3 sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia. 4 Pero que la paciencia tenga su obra completa para que sean completos y cabales, no quedando atrás en nada. 5 Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídala a Dios —quien da a todos con liberalidad y sin reprochar— y le será dada» (Santiago 1:2 – 5)
La vida tiene muchos momentos de tensión cuando nos falta claridad para seguir adelante o ayudar a los demás. Por medio de la oración podemos recibir dirección. Pero, ¿cómo funciona esto? La oración comienza cuando dejamos de ocuparnos de las cosas de este mundo, para hablar con el Señor y pensar en ÉL. Al quitar nuestra mirada de las circunstancias que estamos viviendo y enfocarla en Dios nuestras mentes se aclararán, entonces estaremos preparados para recibir Sus pensamientos y presentarle peticiones que estén centradas en Cristo. En nuestras oraciones debemos seguir el modelo que Jesus enseñó a sus discípulos, y ser específicos en cuanto a las necesidades concretas que vemos. Dios quiere darnos no solo lo que necesitamos, sino también desarrollar nuestra fe en ÉL. La fe aumenta cuando vemos una correlación directa entre nuestras peticiones y sus respuestas. Una petición que Dios promete responder siempre con un «sí» es el deseo de alcanzar sabiduría. Siempre que la necesitemos, debemos pedirla y EL nos la dará con generosidad. No nos criticará ni nos rechazará por pedírsela con demasiada frecuencia. ÉL desea que tengamos la mente de Cristo. ¡Que padre tan maravilloso tenemos! ÉL nos invita a venir a ÉL para que le pidamos, y ÉL nos responderá.