Leer: Lucas 11:1-13
Existe una tendencia natural en todos los seres humanos de relacionar la paternidad de Dios con la experiencia -positiva o negativa- que hayamos tenido con nuestros padres biológicos (terrenales), ya que la primera impresión que percibimos de Papá Dios es la que nos proyectan nuestros padres, y ésta nos deja casi siempre buenas experiencias o grandes heridas y vacíos. Sin embargo, Papá Dios quiere enseñarnos que por encima de los errores, imperfecciones y limitaciones de los seres humanos, está su amor que sana todas las heridas y su provisión que suple todas nuestras necesidades.
Él es el Padre que siempre estuvimos esperando. Él es nuestro verdadero Padre.
Encontrarse con la maravillosa realidad del amor de nuestro verdadero Padre, nos devuelve la identidad, la dignidad, la valía y el sentido de pertenencia que habíamos perdido, o que nunca tuvimos. La relación Padre-hijo es una relación inquebrantable que nunca deja de ser, a pesar de que en su desarrollo se presenten dificultades o situaciones adversas.
Si queremos un modelo de hijo, que nos enseñe a ser buenos hijos, tenemos que mirar a Jesucristo. Si queremos un modelo de Padre, que nos enseñe a ser buenos padres, tenemos que mirar a nuestro Padre Dios, cuya principal característica, es su amor eterno que nunca deja de ser, a pesar de nuestros errores y equivocaciones.
Para ser padres al estilo de Papá Dios, es indispensable conocer, creer y experimentar su amor Eterno. Este amor perfecciona y quita de nuestro corazón todo sentimiento de temor y esclavitud; involucra ternura y disciplina, combinación perfecta que produce y desarrolla en nosotros sentido de pertenencia.
Disfrute hoy de ese maravilloso amor que está dispuesto para usted. Aprenda a ser hijo, para que pueda tener la preciosa experiencia de tener un Padre. El único requisito: Reciba ahora mismo a Cristo, como su Señor y Salvador personal. (Juan 1:12) Si ya lo hizo, permítale que siempre que siempre ocupe el trono de su vida.