Leer: Mateo 18: 21-35; Efesios 4:30-32
Con mucha frecuencia ofendemos y somos ofendidos, especialmente en el ámbito familiar, allí donde establecemos las relaciones más críticas, por cuanto, son las que exigen más de nosotros mismos. Por pasar más tiempo juntos, por reflejarse en el hogar todo lo que traemos de nuestra infancia y del hogar de nuestros progenitores, por la confianza, por el egoísmo, por la indiferencia, en general, por la dureza de nuestro corazón, tenemos la tendencia a herir con mayor frecuencia y más profundamente a los que comparten su vida con nosotros, a los de nuestra propia familia. Con frecuencia no notamos cuánto podemos herir con nuestros actos, palabras, gestos, omisiones. Lo cierto es que vamos contemplando muchas veces sin poder reaccionar a tiempo, cómo la relación con los que más amamos, se va deteriorando lentamente hasta destruirse.
Se necesita, si esto está ocurriendo en su hogar, hacer un alto, decirse la verdad, y estar dispuestos a buscar el remedio definitivo, la cura que va a quitar el dolor, la decepción y la soledad. Es necesario que abramos nuestros corazones y procedamos a su limpieza, confesando la ofensa y pidiendo perdón.
La oración es un recurso de sanidad dado por Dios, a través de la cual podemos llegar a la presencia del Padre y pedir su dirección y sabiduría, para que nuestras palabras se llenen del poder que proviene de la guía del Espíritu Santo en nuestra vida, y seamos habilitados con un genuino deseo de perdonar y de pedir perdón.
Cuando ofendemos a Dios, tenemos en Cristo el mediador que necesitamos para ir a su encuentro en busca de perdón. De igual forma podemos hacer con aquéllos a quienes hemos herido, y con aquéllos que nos han herido; podemos pedir por medio de Jesús al Padre, que nos permita ser capaces de dar y recibir el perdón que necesitamos. El perdón es la medicina que sana de toda amargura, resentimiento y culpabilidad a nuestra alma.
Decida perdonar y recibirá perdón; comience a amar y será amado. Todos los miembros de la familia necesitan vivir y experimentar la sanidad de Dios en su corazón, la cual se obtiene a través de la oración y el perdón. Este es el mejor momento para expresar amor y cariño a los que ama, pues es ahora cuando ellos lo pueden disfrutar. Así, cuando uno de ellos se vaya a la presencia del Señor, nos quedará la satisfacción de haberles dado y expresado lo mejor de nosotros.