Hoy nos vestimos de apariencia, de engaños, de fachada. Pero, hemos de vestirnos tal como lo dice la Palabra de Dios en Colosenses, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Hemos de vestirnos de amor, que es el vínculo perfecto. Sobre todas estas cosas, el abrigo que debemos llevar encima de todo nuestro atuendo es el amor.
Jesús les habla a los fariseos y escribas en Mateo 23:25: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.”
Nosotros por fuera nos vemos muy bien, el vaso y el plato están muy limpios. Es como si limpiáramos la parte externa de un vaso, pero por dentro está sucio ¿De qué nos sirve? Y cuando tomamos y bebemos de ese vaso estamos tomando inmundicia, suciedad. Cuando dice: “por dentro ustedes están llenos de robo y de injusticia”, a eso es lo que se refiere la Palabra de Dios. Estamos cubriendo todo lo que tenemos por dentro cosiendo hojas de higuera.
Debemos reconciliarnos con Dios y cuando lo hacemos nos reconciliamos con nuestro vestuario, entonces ya no nos cubrimos, porque no hay nada de qué avergonzarnos, porque Dios no nos ha creado para avergonzarnos, Dios nos ha creado para que estemos delante de él tal como somos. La reconciliación nos da la oportunidad de restaurar nuestra comunión con Él, para que, de esa manera, Él haga su obra de amor en nuestra vida. Dios no espera que cambiemos para amarnos, pero porque nos ama cambia nuestras vidas. En lugar de fingir, de aparentar, de cubrirnos, presentémonos delante de Él tal como somos, sintiéndonos aceptados y amados, y dejemos que ese amor nos transforme de tal manera que no solo nuestro vestuario sea impecable, sino que nuestro interior lo sea aún más.