Leer: Génesis 3:7
Cuando Adán y Eva pecaron, desobedeciendo a Dios y desconfiando de su amor y su cuidado, sus ojos fueron abiertos, y “conocieron que estaban desnudos”. ¿Qué quiere decir esto?, “que estaban descubiertos”. Cuando uno es descubierto tiene y siente vergüenza, por eso dice la Palabra que tuvieron vergüenza, porque fueron descubiertos. Dejaron de conocer a Dios, de tener comunión con Dios.
Debido a la vergüenza que les causó ser descubiertos, “entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”. Desde entonces vemos que el hombre se mantiene cosiendo hojas de higuera y creando productos para cubrirse, para ocultar lo que es. El coser requiere trabajo y requiere que estemos enredados en nuestra vida cosiendo hojas de higuera trabajando para cubrirnos, para aparentar, para no ser descubiertos, para no ser avergonzados, para no ser deshonrados. Vivimos de apariencia, de mentiras, de engaños, porque nos avergonzamos de quienes somos, eso significa “que el hombre se puso a coser hojas de higuera”. Porque ahora lo importante no es quiénes somos, lo que ahora importa es aquello con lo que nos cubrimos.
Cuando vivimos la reconciliación, conocemos el vestuario diseñado por Dios, aquel que no oculta quiénes somos, aquel que nos muestra tal y como Dios nos diseñó. Ese es el vestuario que debemos usar, reemplazando todo aquello que hemos construido a lo largo de nuestra vida para ocultar lo que nos avergüenza. La Palabra de Dios, en Colosenses 3:12, nos menciona algunas características de este vestuario que debemos siempre usar: escogidos, santos, amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia.