“El que habita a la sombra del Altísimo, se acoge a la protección del Todopoderoso. Yo le digo al SEÑOR: «Tú eres mi refugio, mi fortaleza. Dios mío, confío en ti». Dios te salvará de los peligros escondidos y de las enfermedades peligrosas, pues te protegerá con sus alas y bajo ellas hallarás refugio. Su fidelidad será tu escudo y tu muralla protectora. No te atemorizará el peligro de la noche, ni las flechas que se lanzan en el día; tampoco la plaga que anda en la oscuridad, ni el destructor que llega a plena luz del día. Mil caerán muertos a tu izquierda y 10 000 a tu derecha, pero a ti no te sucederá nada. Solo fíjate y verás que los perversos recibirán su merecido. Porque tú confiaste en el SEÑOR e hiciste que el Altísimo fuera tu protección. Nada malo te sucederá, no ocurrirá ningún desastre en tu casa; porque él dará orden a sus ángeles para que te protejan a dondequiera que vayas. Ellos te levantarán con sus manos para que ninguna piedra te lastime el pie. Pisotearás leones y serpientes venenosas; triunfarás sobre cachorros de león y sobre monstruos. «Yo lo salvaré, porque me ama; lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Me llamará y yo le responderé; estaré con él cuando se encuentre en dificultades; lo rescataré y haré que le rindan honores. Haré que disfrute de una larga vida y le mostraré mi salvación».”
Salmos 91:1-16.
¿Cómo vive el que habita bajo la cubierta del Dios Todopoderoso? Este texto es una promesa que tiene una acción de nuestra parte. Para acogerse a la bendición y protección se tiene que permanecer y bajo la cobertura de Dios.
No pretendamos que Dios nos va a ayudar, guardar, proteger, bendecir, estando lejos de Él. Si quieres bendiciones, tienes que estar bajo la cobertura del Altísimo.
Es como cuando alguien se acoge a una ley de protección o se acoge a un beneficio o amparo de ley del gobierno.
Con la diferencia de que aquí la palabra dice que tú cobertura es el Dios Todopoderoso, pero tienes que habitar, permanecer bajo su cubierta, y Él te protegerá.