“Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9-10)
Este pasaje hace referencia a la extraordinaria obra de la salvación.
Dios envía a su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree, sea salvo, su sangre nos redime, nos limpia y nos perdona, al recibir a Cristo en el corazón como Señor y Salvador.
Una persona recibe el regalo de la vida eterna y comienza en ella un proceso de transformación, el Padre comienza a moldear en esa vida el carácter de Cristo, la misma imagen de su Hijo de esta manera cumple su propósito de sacarnos del anonimato para revestirnos de su gloria y hermosura. Aún más, nos dice que nos ha hecho reyes y Sacerdotes y nos promete que reinaremos literalmente en esta tierra junto a Él, esto se cumplirá en el milenio, periodo en el cual Cristo reinará en la tierra junto con su iglesia.
Pero el linaje y la realeza es algo que el Rey de Reyes desea que todos sus hijos disfrutemos desde ahora. Por eso, en la Palabra de Dios encontramos abundantes ilustraciones y parábolas a través de las cuales nos hace entender lo que ahora somos en Él y como debemos conducirnos y actuar. Una de las más hermosas enseñanzas al respecto, es cuando nos compara con el águila, la reina de las aves, símbolo de belleza, poder y majestuosidad (Isaías 40:31).
Todo cristiano está llamado a desarrollar dos características que le distinguen como hijo de Rey:
-Una vida de altura (calidad de vida): Al entender por revelación lo que ahora “somos” en Cristo, desaparecen los complejos de inferioridad e inadecuación y aumenta nuestra valía.
-Linaje y Belleza: Al comprender que somos apartados para ser partícipes del linaje de Abraham, dejamos atrás las herencias de maldición, costumbres y pensamientos de Egipto (la esclavitud del pasado) y aprendemos como el águila (es selectiva pues no come lo que se le aparece sino lo que le apetece), a buscar la excelencia en todo lo que somos y hacemos.
Señor gracias por el regalo de la Salvación, porque fuiste inmolado por mí y con tu sangre me redimiste, me diste libertad y el poder para dejar atrás un pasado de muerte y esclavitud.