“En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Salmo 55:16-17)
Leer: Salmo 143:8-10; Salmo 42:1
El rey David había descubierto que la oración producía un cambio benéfico y productivo en aquel que la practica.
Entendía que nada le hacía tanto bien a su vida como la oración, la encontraba de provecho para su espíritu, su mente y su cuerpo, era la mejor defensa contra sus enemigos porque mientras ellos acudían a alianzas ante las cuales muchas veces terminaban siendo los grandes perdedores , él perseveraba en la búsqueda de Dios, pues estaba seguro que ésta era su victoria, Su ruta, su camino, su descanso espiritual, su estrategia militar era la oración.
A través de ella siempre encontraba todo lo que podía necesitar de allí que exprese palabras tan hermosas como:
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras” (Salmo 73:25-28).
¿Por qué el rey David había adquirido el hábito de orar y clamar tres veces al día? Sus grandes necesidades, los innumerables peligros que tenía que enfrentar, las decisiones sabias que tenía que tomar y que afectarían a toda una nación, así lo requería y estaba seguro en el amor y respaldo de Dios .
También usted, puede orar y clamar. Recuerde que clamar implica vehemencia, ahínco, grito de urgente necesidad, es llamar la atención y requerir la ayuda del único que nos la puede brindar. Invoque al Señor en cada circunstancia de su vida, antes que hacer cualquier otra cosa. Hágalo mañana, tarde y noche, y se sorprenderá.